A finales del siglo XIX, los teatros de las grandes capitales europeas y los circos que recorrían las provincias acogieron uno de los espectáculos más sobrecogedores y sorprendentes que se habían visto nunca. Cada noche el público asistía a una función asombrosa que incluía a mujeres barbudas, hermanos siameses, hombres de fuerza extraordinaria y seres con cuerpos extraños y deformes. Sin embargo, en realidad los espectáculos de prodigios y monstruos no eran tan novedosos...