André Roussimoff era un tipo normal al que le había caído en suerte una extraordinaria jugada. En su momento álgido llegó a pesar 272 kilos y medir 2 metros y 28 centímetros. Nacido en Francia de inmigrantes búlgaro y polaca, su tamaño lo convirtió en una celebridad internacional, pero fue su tenacidad y su humanidad sin complicaciones lo que le hizo grande: hoy en día aún sigue siendo conocido como el amable gigante de la película La princesa prometida y el incansable atleta que dominó la industria de la lucha profesional estadounidense durante una década.