La publicación de Pudridero confirmó la posibilidad del cómic underground en el siglo XXI; se convirtió en saga de culto, se hizo en torno a ella una exposición y levantó toda serie de análisis y lecturas, a pesar de ser una obra que apela más al estómago que al intelecto. Como escribió Pepo Pérez en un fantástico artículo, «se han hecho lecturas subliminales de Pudridero, preferentemente sexuales, buscando simbolismos coitales en determinadas formas, una alegoría erótica gay o incluso como metáfora de un posible canto a la autoaceptación. Llegados a este punto, y parafraseando a la Susan Sontag de "Contra la interpretación", nos cuesta resistirnos a interpretar las obras, y esto indica a menudo un deseo de reemplazarlas por alguna otra cosa, la mierda del autor por nuestra propia mierda