Considerada sin asomo de estridencia una de las más grandes creaciones jamás realizadas en forma de historieta, venerada por las vanguardias e inspiración sostenida para un sinnúmero de escritores, dibujantes, músicos, arquitectos, cineastas y artistas de todas las disciplinas, la obra maestra de Herriman se constituye en una categoría técnica que anticipa todos los usos futuros del lenguaje y la ingeniería del cómic —en su profunda humanidad, hecha de un suave humor y una tierna melancolía, y en un sibilino calado poético que tal vez sea su mayor secreto—. Una suma de cualidades inestimables que germinan en el ánimo del lector con el potencial de cambiarlo para siempre.