Una casa. Una familia con sus abuelos ya mayores y refunfuñones. La tranquila vida de un pueblecito. Todo es más o menos normal, hasta que la abuela trae de su peregrinación una pequeña virgen de plástico ¡que llora sangre! Una simpática historia de Pascal Rabaté que mereció el Premio Esencial en Angoulême 2008.