El corredor creía que la vida era un proceso lineal y mecánico de movimiento perpetuo, y el imitador la veía como una lucha de poder, un ascenso hacia la autorrealización. Víctimas ambos de su conocimiento vago del éxito, se embarcan en una odisea que los lleva hasta los enormes buffets de Las Vegas, que aquí aparece situada en un futuro cercano, y a través de la tierra baldía que se extiende ante ellos. En Bradley de él, Connor Willumsen, nominado al L.A. Times Book Prize por Anti-Gone, construye una sátira hiperrealista que diluye la frontera entre personaje e intérprete.