Años sesenta. Londres parece a punto de ser devorado por una jauría de jóvenes hambrientos de discos, libros y drogas. Al amparo de sus sombras, toman forma subculturas que se retroalimentan entre sí. Beatniks, modernistas, drogadictos vocacionales y protohippies forman una incipiente escena underground unida por un impulso instintivo de romper los límites de lo convencional.