Enero de 1918. Se comienza a intuir el final de la primera guerra mundial. Los ingentes beneficios provocados por la neutralidad española no han repercutido en los salarios de los trabajadores. El jornal está congelado desde el inicio del conflicto. Las cosechas y el carbón se exportan, intermediarios y comerciantes acaparan y especulan con los productos básicos. El invierno es riguroso en Barcelona, el carbón escasea, se adultera y se frena su salida al mercado en una espiral de precios al alza, que arrastra alimentos y alquileres.